martes, 12 de marzo de 2013

Aristides de Sousa Mendes


Aristides de Sousa Mendes do Amaral e Abranches pertenecía a una familia aristocrática, católica, conservadora y monárquica. Su padre era miembro del Supremo Tribunal.
Después de licenciarse en Derecho por la Universidad de Coimbra, en el año 1907 Aristides se mudó a Lisboa, al igual que su hermano gemelo César, quien llegaría a ser ministro bajo el régimen de Salazar. En 1910 Aristides contrajo matrimonio con su amor de juventud, Angelina; con ella tendrá 14 hijos nacidos en los distintos países en los que Sousa Mendes estuvo destinado. Poco tiempo después comenzó su carrera diplomática desempeñando su labor en diversas delegaciones consulares portuguesas de Zanzíbar, Brasil o Estados Unidos de América. En 1929 fue nombrado Cónsul en Amberes, cargo que ocupó hasta 1938. Su empeño en la promoción de Portugal no pasó desapercibido.Leopoldo III de Bélgica le condecoró en dos ocasiones como oficial de la Orden de Leopoldo y comendador de la Orden de la Corona, la más alta condecoración belga. Tras pasar casi diez años de servicio en Bélgica, Salazar, presidente del Consejo y ministro de negócios estrangeiros(el equivalente a Asuntos Exteriores en España), nombró a Sousa Mendes cónsul en Burdeos, Francia.

Al estallar la Segunda Guerra Mundial, Arístides se encontraba en Burdeos desarrollando su labor como cónsul. Las tropas de Hitler avanzaban rápidamente sobre Francia. Portugal se declaró país neutral. El propio dictador del país luso, António de Oliveira Salazar hace constar a través de la Circular 14 su negativa a entrar en el conflicto obligando a todos los cónsules portugueses a no conceder visados: a extranjeros de nacionalidad indefinida, contestada o en litigio; los apátridas; los judíos expulsados de su país de origen o del país del cual sean ciudadanos.
Aristides de Sousa Mendes hizo caso omiso a las órdenes de su Gobierno y expidió visados de entrada para Portugal o Estados Unidos. El 16 de junio de 1940 Aristides decidió entregar un visado a todo aquel que se lo pidiera. Con la ayuda de sus hijos y sobrinos así como con la del rabino de Amberes, Jacob Kruger, se dedicó a expedir pasaportes, firmar visados ininterrumpidamente. Al recibir las quejas desde Lisboa dijo: Si hay que desobedecer, prefiero que sea a una orden de los hombres que a una orden de Dios.
A pesar de que Salazar tomó medidas contra el cónsul rebelde, Sousa continuó su actividad en Bayona entre los días 20 y 23 de junio de 1940 en presencia del vice-cónsul y de dos funcionarios de Salazar que nada pudieron hacer para parar la concesión de visados. El 23 de junio Salazar le cesará de su cargo de cónsul pero Aristides, lejos de cejar en su empeño, continuó emitiendo visados a todos los que se encontraba de camino a Hendaya. Durante todo ese proceso recibió la colaboración del diplomático español Eduardo Propper de Callejón, también reconocido tras su muerte como Justo entre las Naciones, que proporcionó los visados para el paso por España.
Salazar envió varios funcionarios a recoger a Aristides. Sin embargo, Sousa Mendes logra cruzar la frontera francesa junto con otros refugiados y llegar a España. Debido a los deficientes medios existentes para la comunicación los guardias de la aduana española no habían sido avisados por Madrid para cerrar la frontera y no tuvieron más remedio que dejar pasar a todos los refugiados que acompañaban al antiguo cónsul para continuar en dirección a Portugal.
Al regresar a Portugal, Aristides de Sousa Mendes sufrió las represalias de Salazar. El dictador le obligó a abandonar su carrera diplomática, incluso le impidió que ejerciese la abogacía. Su licencia para conducir, que había sido emitida en el extranjero, fue requisada. Sobrevivió gracias a la caridad de la comunidad judía de Lisboa. Con su ayuda, dos de los once hijos de Aristides pudieron estudiar en Estados Unidos.
Al término de la Segunda Guerra Mundial, Salazar se felicita por haber ayudado a muchos refugiados. En ningún momento, Sousa volvió a formar parte del cuerpo diplomático.
Sin el reconocimiento público de su labor, Sousa Mendes pasó sus últimos años de vida sumido en la miseria después de vender sus pertenencias a la muerte de su esposa en 1948. Murió olvidado el 3 de abril de 1954 en el hospital de los franciscanos en Lisboa. Fue enterrado con una túnica franciscana.

Esther Bustos Foronda



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