OTTO
VON BISMARCK
(1815-1898)
Fue un político prusiano, artífice de la unidad alemana.
Procede de una familia noble prusiana, Bismarck vivió una juventud
indisciplinada, autodidacta y llena de dudas religiosas y políticas. A partir
de su matrimonio cambió radicalmente de vida, iniciando una carrera política
marcada por el más severo conservadurismo. Efectivamente, como diputado del
Parlamento prusiano desde 1847, destacó como adversario de las ideas liberales
que por entonces avanzaban en toda Europa; la experiencia revolucionaria de
1848-51 le radicalizó en sus posturas reaccionarias, convirtiéndole para
siempre en paradigma del autoritarismo y del militarismo prusiano.
En los años siguientes ocupó puestos diplomáticos en
Frankfurt, San Petersburgo y París, conociendo de primera mano los asuntos
internacionales. De esa época data la maduración de su ideario político
nacionalista, a medio camino entre el constitucionalismo y las tradiciones
germánicas; y su convicción de que el proyecto de unificación que albergaba
para Alemania no debía basarse en la apelación a las masas, sino en el empleo
inteligente de la diplomacia y de la fuerza militar. Tales ideas le
convirtieron en modelo del político realista apartado de todo idealismo,
sensibilidad o prejuicios morales.
Desde que el rey Guillermo I le nombró canciller (primer
ministro) en 1862, puso en marcha su plan para imponer la hegemonía de Prusia
sobre el conjunto de Alemania, como paso previo para una eventual unificación
nacional. Empezó por reorganizar y reforzar el ejército prusiano, al que
lanzaría a continuación a tres enfrentamientos bélicos, probablemente
premeditados, en todos los cuales resultó vencedor: la Guerra de los Ducados
(1864), una acción concertada con Austria para arrebatar a Dinamarca los
territorios de habla alemana de Schleswig y Holstein; la Guerra Austro-Prusiana
(1866), un artificioso conflicto provocado a raíz de los problemas de la
administración conjunta de los ducados daneses y dirigida, en realidad, a
eliminar la influencia de Austria sobre los asuntos alemanes; y la Guerra
Franco-Prusiana (1870), provocada por un malentendido diplomático con la
Francia de Napoleón III a propósito de la sucesión al vacante Trono de España,
pero encaminada de hecho a anular a Francia en la política europea, a fin de
que dejara de alentar el particularismo de los Estados alemanes del sur.
GLORIA GARCÍA DONOSO 1ºBACH CC.SS
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